CAPÍTULO VI: Trascendencia y Testimonio

       Leemos en el frontis de nuestro local de justicia el nombre de la institución de Palacios de Justicia, escrito con uve en lugar de u. Esto no significa un error, como muchos quieren ver sino que es una forma de escribir de antaño.

       Muchos se ha ocupado de la trascendencia y testimonio de este significativo edificio desde sus primeros días.

       Allí está los discursos del día de su inauguración y que fueron recogidos por el diario El Comercio en su edición del 6 de diciembre de 1939. En uno de ellos el Presidente de la Corte Suprema de la República, Doctor Manuel Benigno Valdivia se refería a “la magnificencia de este monumento, construido no para provecho propio, ni para el corto instante que la vida dura, sino para un futuro grandioso, permanecerá en pie pregonando la grandeza del Perú y la majestad de la justicia”.

       En 1945, la pluma de Luis Antonio Eguiguren - Mvltatuli -cuando escribe “La Plaza y Paseo de la República es un sitio exornado con el frontis de un Palacio que es copia del Palacio de Justicia de Bruselas”.

       Lamenta Mvltatuli el que no se haya concluido todo el proyecto, puntualmente añora la ausencia de la torre, que como hemos señalado antes, la estructura sí se realizó.

       Recordamos que en mayo de 1957 el diario El Comercio retomó el tema de completar el edificio con su torre. Voces como la de los arquitectos Fernando Belaúnde Terry, Emilio Harth - Terré y Héctor Velarde dieron su opinión afirmativa, pero siempre lo económico volvió a impedir el nuevo intento.

       Es bueno traer aquí el pensamiento de Octavio Paz cuando escribe “La arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia”.

       Para el Arquitecto e Historiador de la Arquitectura Peruana José García Bryce en 1980, refiriéndose a este palacios, anota que “aunque su monumentalidad, lo complejo de las elevaciones y el uso del orden gigante le otorgan al Palacio un carácter marcadamente barroco (o neobarroco)… la asociación romántica y simbólica de la idea del Derecho y la Justicia”.

        El urbanista Augusto Ortiz de Zevallos nos refiere:

        En Lima, el Marole, ya mencionado, es en cierta forma La Victoria. Y la implantación monumental fue la de formar, junto con la vieja Penitenciaría, la puerta principal al centro de Lima, por el Paseo de la República, con el tranvía como eje de acceso masivo.

       “Mírame y témeme”, parece ser el mensaje, apunta Ortiz de Zevallos.

        La composición es académica y ecléctica, grandilocuente, pétrea, axial. Para llegar hay que subir enormes escaleras. Los edificios apabullan y amedrentan.

       Fue un tiempo de arquitecturas autoritarias con nostalgias del ancien regime, importando arquetipos europeos celebratorios del Poder, cuando se cocinaban los referentes germánicos e italianos del fascismo. Aunque los estilos a veces atravesaban ideologías, pues Stalin hizo algo muy parecido, cambiando apenas banderas e íconos.

      Lo que no quita que se tratase de arquitecturas ordenadas, bien compuestas, y cuya composición urbana fue cuidadosa. El Palacio de Justicia es un objeto coherente.

       Y el mejor ejemplo de que piezas de esa naturaleza pueden y deben ser reinterpretadas, está quizás en el formidable reciclaje como una cúpula transparente y gran mirador del Reichstag, ese parlamento berlinés que el Kaiser también hizo como signo de su autoritarismo, que Hitler quemó y que hoy todos los ciudadanos del mundo disfrutan para ver desde Berlín el futuro.

       Fernando De Szyszlo, quien no deja de recordar su contacto estudiantil con la arquitectura, sintetiza que el valor del Palacio de Justicia “podemos verlo - dice - como una construcción noble que da categoría al Centro de Lima”.

       Por su parte, la crítica de arte Élida Román no descarta que el local le produzca cierto encanto. Señala que es una obra muy sólida y es, en el fondo, traer una obra europea, aunque repetida, a nuestro medio. Tiene para ella un gran valor estético e histórico.

       Recordemos que en esos días había gran presencia de arquitectos europeos que, junto al Polaco Bruno Prapowsky, coincidieron el Francés Claudio Sahut y el Polaco Ricardo de Jaxa Malachowsky en la obra de Palacio de Gobierno, y en el caso del Palacio Legislativo lo fue el Arquitecto Francés Émile Robert.

       De otro lado el Arquitecto Mario Lara sintetiza su opinión en que el Palacio de Justicia es de elegancia urbana y que originalmente fue un aporte a Lima y hoy se ha constituido en un hito de la ciudad capital.

       Así como el mundo de las palabras, en la arquitectura también se perciben códigos de comunicación entre el espacio y las formas, las líneas y los volúmenes, los vacíos, las sombras, las distancias y las estructuras. Si bien la libertad del diseño inspira la comunión entre la funcionalidad y la rigurosidad de las jerarquías, o de lo práctico con lo estético, de igual modo se reúnen en una obra los signos de una cultura y los valores de una época que se aspira a eternidad.

       Ya la teoría de los signos, o ciencia semiótica, nos enseña el mundo de la significación, donde más de un significado puede remitir a un solo significante, estableciendo la relación representación de un ideal, y los sujetos que la fecundan con su interpretación. Es aquí donde una obra como el Palacio de Justicia nos ofrece la relación entre el continente de formas y soportes arquitectónicos, que multiplica su significación en contenidos de valores estéticos y funciones sociales.

       Tal es la disposición de la armonía entre el edificio y su sentido social que la misma monumentalidad evoca la dimensión de la justicia a la que aspira representar y alcanzar al mismo tiempo. De este modo los contenidos son varios y vinculados entre sí, pero el continente que los sostiene abarca el todo y a las partes, tanto que, si sólo apreciáramos la escalinata aislada de su contexto, o los leones y las columnas, comprenderíamos que se refieren a la justicia y a la obra que simboliza en Lima y en el Perú. A esto también se refiere la retórica, cuando nos habla de metonimia: las partes por el todo.

 

 

Élida Ramón.

Augusto Ortiz  de Zevallos.

Fernando De Szyszlo.

 

Mario Lara.

 

         
         
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