CAPÍTULO V: De Pasillos y Rincones

 

 

Ingreso principal: Salón de los Pasos Perdidos.

 

       Transitar por el Palacio de Justicia, caminando y doblando por sus esquinas, es introducirse en un mundo evocador poblado de laberintos, en el que se cruza por pasillos, rincones y escondrijos.

       El ingreso principal lleva como nombre Salón de los Pasos Perdidos, una denominación que es común encontrar en edificios públicos, tal como es en el caso del Palacio de Gobierno y del Palacio Legislativo. Los franceses lo denominan “salle des pas perdus”, y los alemanes, “vorhof”. Hay quienes sostienen que esta denominación obedece a que todos los pasos que se dan antes de la entrada de la Fraternidad, sino se verifican de acuerdo con los preceptos de la Orden, se consideran como pasos perdidos. Es en este Salón en donde nacen las muy bien logradas y diseñadas escaleras del edificio.

       Desde la antigüedad se construyeron escaleras monumentales con amplios pasos, en los edificio públicos. Los templos, santuarios y viviendas rara vez tenían escaleras propiamente dichas, eran rampas o calzadas, como las de la Acrópolis de Atenas, que ascendía hasta los Pzopileos.

        Una de las escaleras más significativas del Palacio de Justicia es la que nos permite ingresar a él: amplia, y con un diseño que no merma ni intercepta el frontis de ingreso al recinto. Ya en el interior del mismo, apreciamos las escaleras como sistema de comunicación entre los pisos, a cuyos espacios y linaje arquitectónico dan prestancia.

        Las hay anchas y pequeñas, muchas de las cuales son de varios tramos. Algunas se cortan en ángulo recto. Sus gradas son de mármol, procedente de Bélgica e Italia, cuya importación fue realizada por la empresa “Marmo Portaro Socc Coll”, de Génova. Pero ya en algunos peldaños se observan las huellas de desgaste causadas por el diario trajinar.

       Son las escaleras un elemento que embellece. No rompen la continuidad de líneas; por el contrario, despiertan interés por transitarlas, lo que llega a ser una experiencia inolvidable. Sus peldaños permiten una ascensión fácil que estimula volver la vista atrás, a los lados y hacia arriba, en lugar de dirigirla a los pies.

       Infaltables en las escaleras son la barandilla y la balaustrada con fuste abombado de mármol y de material noble. Éstas guardan armonía, carácter y calidad en el tratamiento. Las escaleras en el Palacio de Justicia de Bruselas conforman la mayor acumulación de sillar de toda Europa.

 

       Los pasillos o corredores circundan todos los pisos, mientras que en otros espacios son cerrados. Desde ellos se puede apreciar el hall de ingreso y desde aquél, que está ubicado en el cuarto piso, se distingue el mar del Océano Pacífico a través de sus diversas ventanas. Todos, pues nos llevan a un lugar, sea por camino recto o girando a la izquierda y otra vez a la derecha y luego a la izquierda: todo un recoveco.

       Por estos corredores han discurrido los hombres más célebres de nuestro foro, los jurisconsultos más preclaros, los abogados de mayor prestigio, así como modestos profesionales, audaces tinterillos, incansables litigantes y pacientes escribanos. Todos los que ha contribuido a acumular millares y millares de expedientes del más variado volumen. Décadas de intensa y afanosa vida judicial evocan los ambientes, donde, por fuerza de las circunstancias, actúan jueces y tribunales.

       Julio Ramón Ribeyro hace caminar a Ludo, personaje de los Geniecillos Dominicales por el Palacio de Justicia:… “Durante dos semanas anduvo por todos sus pisos, por todos sus corredores, buscando oficinas”.

 
 

      “¿Qué limeño, de niño - refiere Sebastián Salazar Bondy en su libro Lima la horrible - no ha temblado de terror oyendo los cuentos de pena con que, en la sobremesa nocturna, distraen - o distraían, hasta el advenimiento de la televisión - sus ocios nocturnos los mayores? Recuerda el autor limeño “aquellas historias de aparecidos, horrendos duendes, bultos trashumantes, broncas sombras, lucecillas raudas, y piensa que fantasmagoría semejante ha llamado la noche de otros pueblos”.

   
   
 

   La historia de los fantasmas, en realidad, no es más - según se opina - que la historia de las supersticiones populares, tal y como existen desde tiempos remotos, y que se encuentra activa como una capacidad humana de invención.

   La preocupación por el destino final del hombre está  presente sutilmente. Almas en las sombras aparecen en estas alucinaciones.

      Hay leyendas de entierros en los solares de las zonas aledañas al Palacio de Justicia, anota Ricardo Walter Stubbs, en su obra Del Viejo al Nuevo Palacio de Justicia. Se escuchará en los traspatios nocturnos, eslabones de cadenas que arrastran las almas en pena de los esclavos…”.

      ¿Hay noches en pena por los pasillos y rincones del actual Palacio de Justicia?

       Se asevera de todo: que los hay, que son recientes. Es cierto que hay personas que creen en los fantasmas o espíritus, y que piensan que obran así con permiso del cielo “para vengarse por las sentencias recibidas”.

      Platicando con servidores del Poder Judicial, nos confían varias experiencias que se han vivido, especialmente en el sótano, donde quedaba la cárcel de Guadalupe. Se nos cuenta de sombras percibidas, de sonidos de tacones escuchados de una mujer que corre o que está recostada sobre las escaleras y también que se escarapela el cuerpo al pasar por determinados ambientes.

       Otro vericueto, hoy clausurado, se nos dice, es la galería subterránea que, según se cuenta, unía el Palacio con la Penitenciaria con la finalidad de trasladar a los presos, evitando así su salida a la calle.

        Así, apreciamos que el local de la Administración de Justicia en el Perú no es ajeno a tradiciones fantásticas en su historia, producto de ilusiones.

 
 

 

        Por su sentido utilitario, estas formas espaciales de pasillos y rincones, puras, libres y abstractas, producen impresiones, sugieren y transportan a veces a lo infinito. Como la música, son continuos, terminan y principian de nuevo. Conforme lo recorremos con la mirada, también se presiente, dentro de ese transitar, una arquitectura vibrante, con ritmo y movimiento digna de una partitura wagneriana, por expresar mejor la grandilocuencia de las formas arquitectónicas de Palacio.

        Así como mencionamos la música, las artes escénicas no están lejos de estos rincones del Derecho. Vale evocar aquí un ánimo teatral en las Salas de Audiencias: el escenario de la justicia está claramente marcado por gradas y estrado, y en él se establece una distancia de dignidad con respecto al auditorio.

       Ricardo Blume, en Los Abogados y el teatro, advierte la coincidencia entre doctores y hombres de tablas, “Desde el propio nombre de causarum actor hasta el mutis por el foro”. Ambos - señala - “tenemos que representar y convencer.”

       Están también los que cultivan la literatura y la poesía y también los que cultivan las artes plásticas como otras manifestaciones humanistas. Todo ello eleva el Palacio de Justicia a un nivel tal, que lo convierte en un albergue digno de ser todo un espacio cultural.

 

 
 
   

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