CAPÍTULO I: El Entorno

      En los límites de Lima - Patrimonio Cultural de la Humanidad - y al pie de la avenida Paseo de la República y con frente al paseo de los Héroes Navales, se yergue con carácter monumental, el Palacio de Justicia, sede del Poder Judicial del Perú.

       A su alrededor existieron en el pasado, y existen actualmente, espacios y edificios que han marcado el desarrollo urbano y arquitectónico de la capital.

       Haciendo historia, durante las primeras décadas de la República, Lima  mantuvo dignamente su pasado y esplendor de capital virreinal. La prosperidad alcanzada por la ciudad, acrecentada inicialmente por el comercio del guano, y posteriormente, por la explotación del salitre, determinó que el Presidente José Balta, quien era ingeniero y militar, impulsara con decisión la construcción de obras públicas, con el debido respaldo de su Ministro de Hacienda, Nicolás de Pierola , a quien pasado ya el tiempo, se le atribuyen algunas de las iniciativas.

       Balta inició la expansión de Lima entre los años de 1868 a 1870, con la demolición de las murallas que rodeaban a la ciudad. Esta tarea fue encomendada a Enrique Meiggs. Con esta acción fueron surgiendo las primeras grandes avenidas de la capital, como las actuales Miguel Grau y Alfonso Ugarte.

       El 2 de agosto de 1869, el Presidente Balta dispuso, mediante  decreto ley, la construcción del Palacio de la Exposición, que es el actual Museo de Arte, con la finalidad de mostrar los productos naturales del país y convocar a un concurso para la introducción de maquinarias, plantas y animales destinados a incrementar la producción nacional. Este proyecto, cuyo director fue Don Manuel Atanasio Fuentes, y cuya supervisión estuvo a cargo de Don Manuel Ignacio de Vivanco, comprendía también el diseño de jardines  y arboladas en el resto de la extensión, con un área que abarcaba 56,000 metros cuadrados. Desgraciadamente, el conflicto militar con Chile, de 1879 a 1883, detuvo los vientos de renovación urbana de la Ciudad de los Reyes, hasta 1898, año en que se dividió el Parque de la Exposición para abrir el trayecto de la avenida Nueve de Diciembre - hoy Paseo Colón - que fue diseñado por el escultor italiano Salvatore Ravelli. De éste se promoverían obras que integrarían a la Lima antigua con nuevas iniciativas de desarrollo urbano y social correspondientes a una capital moderna.

       Esta zona a principios de siglo XX, se vio adornada con la instalación del monumento a Don José de San Martín, obsequiado a la ciudad de Lima por el coronel argentino Lorenzo Pérez Roca y que era obra del escultor Roselló. Dicho monumento fue posteriormente trasladado a su actual ubicación en el tradicional distrito de Barranco.

       Los actos conmemorativos por el IV Centenario de la Fundación de Lima estuvieron acompañados de proyectos urbanos, uno de cuyos principales planes fue el Paseo de la República. Este espacio, una vez construido, dio mayor realce a la ciudad y también reconocimiento a la primera gestión edilicia de Don Luis Gallo Porras, quien contó con la colaboración de los ingenieros Ricardo Malachowski y Augusto Benavides para el éxito de su labor.

       Esta zona alejada de la ciudad, de trece cuadras de largo y doce de ancho, venía a constituir un eje urbano, desde la Plaza de Armas hacia el sureste de la capital, todo un impulso urbano que terminaría por vincular a la ciudad con los balnearios meridionales. Moderna y muy antigua, juntaba los encantos del pasado con las ventajas que daba la modernidad de entonces.

       Frente al Paseo de la República estaba la Fuente Danzarina, una pileta luminosa cuyos haces de luz, en armonía con el agua, parecían bailar. También se ubicó muy cerca la escultura en bronce de Agustín Rivera, Las Llamas. En 1937 se instaló también la obra de Ismael Pozo, quien fuera discípulo  de Manuel Piqueras Cotolí, Indio con yunta de bueyes o “El trabajo”. Estas creaciones fueron obsequio de la colonia china por el IV Centenario de Lima.

       Desde  1946 se puede apreciar el monumento al Almirante Miguel Grau, obra de bronce de Victorio Macho. Este monumento conmemora una de las más heroicas jornadas de nuestra historia. Macho logra una escultura digna del héroe. Todo el drama del sacrificio por la Patria está representado en la figura de nuestro “Caballero de los Mares”.

        Existieron edificios que han dado identidad a este espacio urbano de gran interés, que fundamenta la valorización de Lima como una gran capital. Por ejemplo, estaba la Penitenciaría, cuyo terreno perteneció originalmente al Convento de Santo Domingo y también a la llamada Chacra La Quinta. José Gálvez da el nombre de huerta de Camacho y después de los Tramaría.

       La primera piedra de la Penitenciaría fue puesta por el Presidente Ramón Castilla el 31 de enero de 1856 y tiempo después se inauguró la obra, el 28 de julio de 1862, la misma que se ejecutó  bajo la dirección administrativa de Mariano Felipe Paz Soldán y del Arquitecto Maximiliano Mimey en la implementación técnica. La Penitenciaría fue concebida para la reclusión de los reos que debían cumplir largas condenas, luego de ser abolida la pena de muerte y como alternativa a las inseguras cárceles de entonces. Mimey levantó el plano respectivo siguiendo el modelo de la Penitenciaría de Trenton, con un espacio central - el panóptico -, término con el que Jeremy Benthan bautizó hacia 1786, para definir que todo el interior del edificio podía verse desde un solo punto de mira.

       La Penitenciaría estaba construida en piedra y ladrillo. Se estima que se utilizaron treinta mil toneladas de ambos materiales para su construcción, el edificio tenía tres pisos, incluyendo el que se halla bajo el nivel de la calle. Su estilo era cercano al Quattrocento florentino y tenía toques románticos.

       El local fue demolido y en el terreno se construyó el actual Centro Cívico, un conjunto de edificios de hormigón con calles internas y plazas propias, en 1970.

       Un segundo edificio que se levantó con motivo de la celebración del Centenario de la Independencia del Perú, fue el Museo de Arte Italiano, obsequiado por la comunidad ítalo - peruana, y construido por el ingeniero-arquitecto Gaetano Moretti de Milán, mientras que Mario Vannini de Florecia tuvo a su cargo  la adquisición de las obras de arte destinadas al Museo.

       El edificio, inspirado en la arquitectura del renacimiento florentino, está ubicado en el antiguo Parque Neptuno. Es una variante simplificada de la tribuna de Santa María Delle Grazie de Bramante, y reúne en su decoración una serie de elementos inspirados en obras clásicas de Ghiberti, Donatello y Miguel Ángel. Su puerta de hierro abatido pertenece a Alesandro Mazzucotelli. Los dos grandes mosaicos colocados a la derecha e izquierda de la fachada principal son obras del pintor Giovani Buffa y fueron elaborados por la Cooperativa de Mosaicistas de Venecia. Últimamente, se han ubicado cuatro estatuas de mármol en el pasillo del parque que conduce al Museo, que anteriormente estaban en el Molino de Santa Clara.

 
 
 
 
 
 
   
   
   
     

       Sobre el Paseo Colón se encuentra el edificio del Centro de Estudios Históricos Militares del Perú, obra que fue diseñada por el Arquitecto Fernand Ganllart para ser presentado en la Exposición Internacional de París, en 1900, como Pabellón del Perú, cuando era Presidente de la República el ingeniero Eduardo López de Romaña. Al concluir la exposición, el Pabellón fue desmantelado y traído a Lima para ser reedificado en el lugar que ocupa actualmente. El edificio “Ramón Castilla” anteriormente fue sede del Instituto Nacional de Higiene. Luego fue ocupado por la Trigésima Comandancia de Tránsito, hasta que pasó a ser propiedad de sus actuales inquilinos. Frente a este edificio se encuentra el actual Museo de Arte de Lima.

        Este vasto y hermoso edificio se inauguró el 1 de julio de 1872, acto con el cual se cerró el Periodo Administrativo del coronel Don José Balta. Su construcción suele relacionarse con la firma de Gustavo Eiffel. Los planos y la ejecución estuvieron a cargo del Arquitecto Italiano Antonio Leonardi, quien se inspiró en el Palacio de la Industria de París, obra que había desaparecido de los Campos Elíseos para ceder su espacio a la construcción del Puente Alejandro y de los Palacios Grande y Pequeño que quedan a ambos lados de su entrada.

       Se trata, quizás, como se afirma, del único ejemplo en  América del Sur de la aplicación, entonces tan audaz y novedosa, de elementos de construcción metálica en la estructura de un edificio. Estos elementos constituyen los soportes de la construcción de las salas que, por ser delgadas, altas y con espaciadas columnas de hierro fundido, con capiteles formados y salientes ménsulas que acortan las luces de las vigas, permiten la creación de amplios espacios interiores, y también un ritmo de apoyo monumental hasta entonces desconocido.

       La calidad estética del edificio es realmente de gran valor. En su aspecto exterior, se destaca el orden y el buen gusto.

       El entorno del Palacio de Justicia se cierra con el Edificio Rímac, obra diseñada por el Arquitecto Ricardo de Jaxa Malachowski, y construido por la Compañía de Seguros Rímac entre 1919 y 1924. Su estilo es el típico edificio  academicista de influencia Beaux Arts. Se trata de uno de los primeros edificios de departamentos de uso residencial que se hicieron en Lima y que obedeció a una inversión inmobiliaria de cierta envergadura en la periferia del centro histórico. Tiene tres pisos y en algunos sectores, cuatro niveles. Destaca su imponente diseño, los volúmenes que sobresalen en algunas partes cuentan con cuerpos almohadillados y mansardas.

      “Voy a ver Lima” es una frase de Mario Vargas Llosa de la ciudad y los perros, expresión que cobra fuerza cuando a muchos de sus personajes de su vasta obra los hace desfilar por la parte antigua de la capital y su periferia. “ El tranvía Lima - Chorrillos, icono citadino ya desaparecido, cruzaba la fachada rojiza de la penitenciaria… y de pronto surgía una pareja refrescante, altos árboles de penachos móviles, estanques de aguas quietas, senderos tortuosos con flores a los márgenes y al medio una llanura de césped…”.  

 

 

La calidad estética del edificio es realmente de gran valor. En su aspecto exterior, se destaca el orden y el buen gusto.

 

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