La Tumba del Viejo Señor |
Surge y se desarrolla entre los siglos I al VI (200 d.C. al 700 d.C.)
teniendo como escenario la larga y angosta franja desértica de la costa
Norte del Perú, donde se encuentran los restos de sus colosales templos
piramidales, palacios, fortificaciones, obras de irrigación y
cementerios que testimonian su alto desarrollo artístico, tecnológico y
compleja organización.
Su
florecimiento, está evidenciado en la cultura material que produjeron en
medio del desierto, desviando ríos con el uso de canales artificiales,
cuya sofisticada ingeniería hidráulica les permitió conservar la vida
humana y los recursos naturales, que a su vez lograron constituir una
sólida economía, que complementada con los productos del mar,
posibilitaron el desarrollo humano en la sociedad en la que vivieron.
Utilizaron para su dieta alimenticia: maíz, papa, yuca, pallares,
zapallo, camote y maní entre otros y una considerable variedad de
productos frutales, asimismo destaca la producción del algodón para la
industria textil con los que elaboraron vestidos, mantos y demás
atuendos y ornamentos para su uso cotidiano, con técnicas que perviven
hasta nuestros tiempos como el telar de cintura para la producción de
tejidos llanos y tapices de singular belleza. Se conocen escenas que
indican la existencia de verdaderos talleres organizados para producción
en gran escala, probablemente orientada mayores mercados ce consumo.
La cerámica es el más conocido y singular legado, que demuestra
excelentes niveles de conocimiento en su elaboración y producción,
utilizándose técnicas con gran maestría, produjeron objetos de cerámica
destinado al uso doméstico y ceremonial, entre los cuales destacan los
objetos de carácter ritual con los que sus personajes más importantes
eran sepultados.
Estas imágenes escultóricas o vasijas decoradas a pincel asombran por la
expresividad y perfección de rostros, animales, frutos, objetos y demás
actividades humanas como sacrificios, ritos, seres mitológicos, animales
humanizados y otros que se vinculan a las funciones de una justicia que
supieron organizar para la gobernabilidad de su Estado. La iconografía
de sus escenas demuestra vida y movimiento en las complejas escenas de
ceremonias o combates, cacerías rituales y probables relatos míticos,
además de escenas eróticas o de castigos y suplicios por faltas graves a
la sociedad u ofensas al orden divino.
Otra expresión de importancia tecnológica fue la industria metalúrgica
con el uso del cobre, para fabricar una notable cantidad de ornamentos,
armas y herramientas, siendo su más notable proeza fue la de dorar el
cobre con una sofisticada técnica que consiguió recubrir este metal con
una finísima capa de oro.
Todos estos objetos, producto de la acción social de sus habitantes, nos
permiten interpretar, reconocer y leer como un libro abierto sobre la
vida de los habitantes Mochicas, así podemos destacar las
representaciones de guerreros portando armas, escenas de combates,
prisioneros capturados, armas y otros aspectos de las actividades
sociales que fueron registradas en vasijas, tejidos y esculturas en
piedra o madera, cuya representación tuvo gran importancia en el periodo
de existencia de los Moches.
Las familias Mochicas criaban patos, cuyes y una especie de llamas
adaptadas al clima costeño, hoy totalmente extinguidas, además de
perros, loros, monos y tigrillos.
Conociendo las propiedades de las plantas, los médicos-curanderos de la
época trataron las dolencias físicas. Para los desequilibrios psíquicos
acudieron a rituales que sobreviven hoy entre sus herederos bajo las
formas de curandería y chamanismo.
Los Mochicas construyeron colosales y masivas edificaciones de adobe en
forma de pirámides truncas, accesibles por largas rampas. Plataformas,
amplios recintos o plazas, conformaban los importantes santuarios
religiosos que debieron regir su vida espiritual. Los adobes se
disponían en columnas o paneles unidos con argamasa de barro, con el uso
de técnicas adaptadas a la contracción climática y a los movimientos
sísmicos.
Casi todos los templos o santuarios estuvieron cuidadosamente enlucidos,
pintados de color rojo, amarillo y decorados con relieves y policromías
representado dioses, escenas míticas o ceremonias. El pueblo vivía en
asentamientos urbanos o viviendas aisladas de los campesinos, ocupando
casas pequeñas y sencillas cabañas de cañas y barro.
Para los Mochicas, amantes de la vida, la muerte no fue el final. Los
hombres seguían viviendo en otra esfera del mundo con sus mismas
obligaciones o privilegios, razón para sepultarlos con provisiones y
bienes, que servían para asegurar su viaje al más allá, por lo que cada
entierro reflejaba así la función y el lugar de los hombres en la
sociedad. |
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